Al ser México uno de los países con mayor prevalencia de obesidad, pues 7 de cada 10 adultos la padecen, esta condición que acarrea consecuencias fisiológicas también trasciende al campo de lo social a partir del estigma y la discriminación por la imagen corporal de las personas.
La Revista Española de Nutrición Humana y Dietética de la Fundación Española de Dietistas-Nutricionistas, consultada por el Laboratorio de Datos contra la Obesidad (LabDO), destaca que “la estigmatización de la obesidad consiste en la devaluación que se hace a una persona por el tamaño y volumen de su cuerpo. Esta depreciación parece surgir de la creencia social que sostiene que la obesidad es una enfermedad provocada por la o el individuo, atribuyéndole una responsabilidad unipersonal, y no atendiendo a los múltiples factores que la ocasionan (factores genéticos, ambientales, psicológicos, endocrinos, neurales, políticos, económicos y de estilo de vida)”.
Este estigma, aseguran, debería ser atendido como un problema de salud pública que vulnera los derechos humanos y sociales de las personas que lo sufren, dado que representa un importante obstáculo en el tratamiento de la enfermedad.
Esto ha sido señalado en la “Declaración conjunta de consenso internacional para acabar con el estigma de la obesidad”, del panel compuesto por expertos multidisciplinarios, incluidos representantes de 10 organizaciones científicas, entre ellas, la Facultad de Medicina de la Universidad de Boston, la Universidad de Padua, la Escuela de Medicina de la Universidad de Indiana y Hospitales del University College de Londres.
Asimismo, un artículo de investigación publicado en la Revista Médica de Chile de la Universidad de La Frontera, en Temuco, Chile, hace referencia a algunos estudios que indican que quienes son blanco de tal estigmatización ven afectada su salud mental, tienen mayor enfermedad física, peor bienestar individual, bajo rendimiento académico y dificultades en el acceso a bienes de capital, educación y oportunidades laborales, además están expuestos a discriminación en diferentes ámbitos, los cuales incluyen entornos de salud, trabajo y relaciones interpersonales, constituyéndose por tanto, en un problema relevante con consecuencias psicosociales profundas.
Por su parte, en México, según cifras de la Encuesta Nacional sobre Discriminación (ENADIS), en 2017, el 20.2 por ciento de la población de 18 años o más declaró haber sido discriminada ese año, siendo los motivos principales: la forma de vestir o el arreglo personal, el peso o la estatura, la edad y las creencias religiosas.
De manera específica, la Encuesta sobre Discriminación en la Ciudad de México (EDIS) 2017, precisa que en cuanto al cómo y por qué de la discriminación se obtuvo por respuesta el sobrepeso en primer lugar (10.7%) y consecutivamente: la forma de vestir (9.7%), el color de piel (5.6%), la edad (5.2%) y su imagen (5.2%). También detalla que en cuanto a la percepción de las personas sobre cuáles fueron las causas más comunes de discriminación, el 4.2% de las y los encuestados mencionaron la obesidad.
El tema es de tal importancia que en el marco del Día Mundial de la Obesidad, un grupo de profesionales de nuestro país, con apoyo de la Federación Mundial de la Obesidad, dio a conocer el posicionamiento para prevenir, tratar y controlar la obesidad: “Volviéndonos mejores: necesidad de acción inmediata ante el reto de la obesidad. Una postura de profesionales de la salud”, que incluye 10 recomendaciones para abordar la obesidad de manera seria, con datos en la evidencia científica, oportuna e integral; con enfoque de curso de vida; de forma ética y sensible, y sin perpetuar las barreras del estigma de peso en la sociedad.
Entre estas recomendaciones destaca que: “Las personas que viven con obesidad no deben ser estigmatizadas. Es fundamental entender que este reto de salud no es un asunto de responsabilidad individual; es necesario evitar simplificaciones sobre las causas o soluciones, reconociendo que es un desafío serio y una misión de la sociedad en su conjunto (incluyendo agrupaciones de profesionales y pacientes, tomadores de decisiones, organizaciones de la sociedad civil, representantes de la academia y organizaciones internacionales de salud)”.