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Sexting: ¿te enseño el mío y tú el tuyo?

Los hombres son más proclives a mandar fotos no solicitadas de sus penes, que ellas de sus vulvas durante el sexting

Escrito en OPINIÓN el

Una de las tendencias que van al alza en las prácticas sexuales del 2021 es el uso del sexting entre jóvenes adultos, y en particular la tendencia masculina de mandar fotos no solicitadas de sus penes. Estudios al respecto hay muchos, sobresalen los realizados por la Universidad de Columbia Británica, llamado “Te enseño el mío para que me enseñes lo tuyo”; las encuestas de Mach.com; o el “Unsolicited dick pics: Erotica, exhibitionism or entitlement?”, que tratan de dar explicación al por qué los hombres son más proclives a mandar fotos no solicitadas de sus penes, que ellas de sus vulvas.

El primer motivo encontrado fue tener una mentalidad transaccional (hacer una transacción o intercambio de imágenes sexuales), seguido del interés por encontrar pareja, pero más que el motivo, llama la atención el argumento y las ideas que hay detrás para hacer esto, la más común es “así es cómo expreso mi interés en alguien”.

Poner al pene como la expresión del interés hacia una persona es indudablemente una expresión de culto al falo.

El pene es aquí el elemento protagónico de cortejo, de la provocación erótica, el imán de la atracción dejando muy fuera cualquier otra cualidad personal. David M Friedman en su libro “Una historia cultural del pene” menciona que “desde los comienzos de la civilización occidental, el pene era algo más que una parte del cuerpo. Era una idea, una vara de medir conceptual, pero de carne y sangre, del lugar del hombre en el mundo. Que los hombres tengan un pene es un hecho científico; sin embargo, no lo es el modo en que piensan en él, opinan sobre él y lo usan”.

Tan cierto es esto, que de acuerdo con estudios, la reacción principal que estos hombres deseaban obtener de sus destinatarias era excitarlas sexualmente, pero nuevamente sorprende la idea detrás del motivo, y es que consideran que su pene es lo suficientemente bello, y cuenta con la capacidad de excitar a la persona con solo verlo y hasta consideran que tiene el poder de agredir o molestar a los demás, en otras palabras, es poderoso.

El pene tiene una larguísima historia cultural que lo ha puesto incluso en el centro del universo, como bien explica Friedman, desde los griegos clásicos hasta los europeos medievales; el hombre era la medida de todas las cosas y el pene era (y es) la medida del hombre, de sus ideas y hasta de las acciones más aberrantes. Los griegos usaban sus penes para determinar su proximidad con los dioses; hubo generales romanos que promovieron el ascenso de los soldados basándose sólo en el tamaño del pene.

La idea del tamaño durante siglos se ha asociado a la capacidad masculina para cualquier cosa, y pese a que en la Edad Media el pene fue satanizado por la iglesia, esta idea de lo demoniaco le anexó poder al tamaño.

Tan así su fuerza ideológica, que el arribo de hombres negros en América, como esclavos, se puede explicar en mucho por el tema genital. El hombre blanco no podía permitir que el negro fuera superior y sus penes eso expresaban; por ello, los anatomistas de la época en Estados Unidos asociaron el tamaño del pene negro, al cual envidiaban, con el cerebro pequeño de los animales y la cercanía a las bestias.

El pene negro fue generador, durante siglos, de teorías para fundamentar el racismo, su tamaño era peligroso y decían que podía llevar a las mujeres a la perdición, por lo que desalentaban el mestizaje usando el terror; los recorridos del Ku Klux Klan se crearon en principio para esto.

Pero pese a la evidente idea de la supremacía del pene sobre razas y géneros perpetuada por siglos, fue a penas en 1975 que la periodista de Nueva York Susan Brownmiller escribió su libro “Against our will,” donde pone en claro la base de la violencia sexual del pene contra la mujer al explicar que “aun cuando el violador utiliza un cuchillo para amenazar, su verdadera arma es el objeto contundente que alza entre sus piernas. La capacidad del hombre para penetrar el cuerpo de una mujer, en contra de su voluntad, se transformó en la prueba fundamental de su fuerza superior, el triunfo de su hombría. El descubrimiento del hombre de que sus genitales podrían servir como arma, se clasifica como uno de los más importantes de la prehistoria, junto con el uso del fuego y la primera hacha de piedra”.  

Y hasta hoy lo es, tan así que llama la atención que más de la mitad de los hombres que mandaron fotos de sus penes sin autorización reconocieron que les pasó por la cabeza que las destinatarias podrían sentirse agredidas al recibir la foto, incluso pensaron que podría ser amenazante; sin embargo, en el fondo sentían placer en ejercer poder sobre ellas, les reforzaba la idea de tener más privilegios por tener pene, a perpetuar el derecho de tener sexo con personas a las que consideran inferiores y hasta a reaccionar con ira al no obtener lo que consideran suyo.

El avance está en que los espacios para la reflexión sobre estos temas es más amplio, lo que permite comprender como afectan estas acciones, de modo que específicamente para el problema del envío de estas imágenes que en algunos países ya es considerado como delito sexual, han surgido comunidades on line donde los hombres que así lo desean pueden compartir sus fotos de manera consensual y obtener opiniones sobre ellas, lo que incluye calificarlos en factores como longitud, circunferencia y hasta elevación, lo que para algunas mujeres ha representado una fuente de ingresos ya que en estos sitios dedican, por un pago, parte de su tiempo en mirarlos y describirlos a detalle.