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Tres sustancias se usan en la inyección letal

En Estados Unidos cuando una persona es condenada a muerte, se le aplican tres sustancias que provocan reacciones fisiológicas diferentes.

Escrito en ESPECIALIDADES el
Hoy se cumple el plazo. La ejecución del mexicano Édgar Tamayo, quien fue condenado a la pena capital en Estados Unidos por la muerte de un policía, está programada para las 18:00. Su única esperanza es obtener el perdón por parte del Gobernador de Texas, si no es así, le será aplicada una inyección letal.
 
Este es el procedimiento más común por el cual prisioneros de Estados Unidos son ejecutados cuando reciben una condena a muerte, debido a la percepción pública de que el proceso es relativamente humano y no viola la octava enmienda constitucional de ese país, que prohíbe el castigo cruel e inusual.
 
Desde 1970 la inyección letal se aplica en 33 estados del territorio estadounidense con lo cual desplazó a la silla eléctrica, que desde 1890 había sido usada sistemáticamente como principal método de ejecución.
 
Aunque existen variaciones, la inyección letal generalmente consiste en la administración secuencial de tres sustancias que provocan reacciones fisiológicas diferentes en la persona condenada a muerte:
 
En primer lugar se administra un poderoso anestésico llamado tiopental sódico que tiene acción ultrarápida y que es usado en hospitales cuando un paciente tiene dolores de tal intensidad que es necesario inducirle un estado de coma temporal para evitarle sufrimiento. Tiene efectos hipnóticos y tarda pocos segundos en actuar.
 
La segunda sustancia en entrar al cuerpo del condenado a muerte es el bromuro de pancuronio que tiene dos efectos en el cuerpo humano: anestesia y produce relajación muscular. Este medicamento es usado cuando una persona tiene accidentes que rompen su tráquea y es necesario que sea intubada para recibir respiración asistida. El efecto en la personas sentenciada es de anestesia e inmovilización.
 
Finalmente, la tercera sustancia que se inyecta es cloruro de potasio para detener el corazón y causar la muerte. Si no se aplicara esta combinación de tres sustancias y únicamente se administrara el cloruro de potasio la persona experimentaría un dolor insoportable y asfixia sin poder moverse.
 
No deja de ser cruel
En el año 2005 la revista médica más prestigiada del mundo The Lancet editada en el Reino Unido, encargó una serie de artículos a médicos de universidades de Estados Unidos evaluando si las sustancias usadas en las ejecuciones con inyección letal realmente disminuían el sufrimiento de las personas y la respuesta, en todos los casos, fue negativa.
 
A pesar del uso de fuertes anestésicos, los médicos opinaron que debido a que las personas tenían conocimiento de que vivirían los últimos minutos de su vida experimentaban un estado de lucidez y conciencia resistente fuera de lo común, lo que disminuía el efecto de los analgésicos y les provocaba sufrimiento físico y mental, lo cual fue considerado por los médicos como “crueldad innecesaria”
 
El doctor Leonidas Koniaris, de la Escuela de Medicina Miller, en la Universidad de Miami, analizó en particular los protocolos médicos en ejecuciones realizadas en Texas y Virginia (donde se llevan a cabo 45% de las ejecuciones en Estados Unidos) y demostró que las personas que se encargan técnicamente de la aplicación de las inyecciones letales no eran médicos expertos en anestesia, además de que realizaban la aplicación de la inyección letal a distancia y no se acercaban a los condenados para monitorear y comprobar que la anestesia hubiera surtido efecto antes de recibir la sustancia que provoca el paro cardiaco.
 
El doctor Koniaris, junto con médicos de Arizona, Georgia, Carolina del Norte y Carolina del Sur revisaron los expedientes forenses de 49 ejecutados y demostraron que en 43 de los 49 casos la concentración de anestesia en la sangre no era la suficiente como para generar un coma inducido o un estado de sueño profundo. Además, en 21 casos encontraron que la concentración de anestesia en la sangre del ejecutado era tan baja que seguramente estuvo lúcido y consciente hasta el momento de su muerte.
 
Los médicos escribieron que lamentaban informar que los niveles de eficiencia al anestesiar a seres humanos condenados a muerte eran inferiores a los niveles de eficiencia que tienen los veterinarios cuando “duermen” a animales de compañía.
 
“Nuestros datos sugieren que los métodos de anestesia en la inyección letal en Estados Unidos son erróneos. Existen fallas en el diseño del protocolo así como en la implementación, monitoreo y revisión. Esto puede haber llevado a sufrimiento innecesario de algunos de los ejecutados. Éticamente está prohibida la participación de médicos en el diseño del protocolo o ejecución pero esto puede conducir a que la aplicación de la anestesia no sea la adecuada. Por lo tanto, para evitar el sufrimiento y la crueldad innecesaria, nosotros recomendamos que se suspenda el uso de la inyección letal y se haga una revisión pública de su eficiencia”, recomendó el doctor Koniaris en 2005 en la edición especial de la revista The Lancet.
 
Su recomendación no ha sido atendida hasta ahora.