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El duelo en medio de la pandemia- Gina Tarditi

Una guía para afrontar de la mejor forma posible el duelo y fortalecer la esperanza en medio de la pandemia

Escrito en ESPECIALIDADES el

Al nacer nos encontramos en un mundo que involucra innumerables amenazas para nuestra sobrevivencia; tanto es así, que no podríamos enfrentarlas si no fuera por nuestra madre o quien funja como tal. Somos, en las primeras etapas de nuestra vida absolutamente indefensos y necesitamos de alguien más para cubrir las necesidades básicas de alimentación, higiene y cuidado.

Conforme crecemos vamos creando nuestra propia cosmovisión y si tuvimos la fortuna de desarrollarnos en ambientes suficientemente funcionales, ésta nos permite  vivir sin sentir o pensar en los innumerables peligros a los que estamos expuestos en el día a día. Confiamos en que la vida es siempre predecible, al menos para nosotros. Nos decimos frases como lo malo le pasa a otros, no a mí. Nos convencemos de que el mundo es bueno, cierto y seguro. Salimos de casa cada día pensando no solo que regresaremos a ella a la hora convenida, si no que en nuestras manos llevamos la vida de todos los seres que amamos; literalmente, asumimos que todo está bajo nuestro control. Por ello, cuando algo inesperado y negativo a nuestros ojos sucede, nuestros supuestos se colapsan. A la ya de por sí difícil crisis que podamos estar viviendo, sea por enfermedad, muerte o alguna otra pérdida importante, se agrega la abrumadora sensación de vulnerabilidad; todo aquello que habíamos creído y en lo que apostábamos como verdades absolutas se ha desmoronado. Es precisamente en esos momentos cuando hemos de hacer acopio de todos nuestros recursos para poder rescatarnos a nosotros mismos y volver a confiar en un mundo que aunque ahora sabemos no siempre es cierto, bueno y seguro, sí ilusiona seguir hacia delante confiando en que aquello que suceda no podrá destruirnos porque hemos descubierto que podemos reinventarnos, hemos identificado nuestros talentos, que se vuelven grandes herramientas para afrontar las dificultades de la vida y hemos aprendido, en el mejor de los casos, que la vida siempre vale la pena y que a pesar del dolor, se pueden encontrar nuevos sentidos y propósitos que nos impulsen a seguir hacia delante.

En siglos pasados donde las enfermedades, las calamidades y la muerte estaban tan cerca, las personas las asumían de otra manera, entendían que no podrían huir o fingir que no existían. Sin embargo, para explicarlas creaban mitos y buscaban responsables; los culpables solían ser espíritus del mal o personas que por diferentes, eran estigmatizadas. Así, cuando surgieron enfermedades como la lepra, la sífilis, el sida y otras muchas se señalaron como culpables a distintas razas, nacionalidades o estratos sociales. Hoy podría parecernos absurdo pero debemos estar atentos para que nadie estigmatice a alguna nación o grupo racial por la pandemia de gran dimensión que nos ha tocado presenciar por primera vez a todos quienes hoy habitamos el globo terrestre.

Es increíble que por un lado nos haya tocado vivir en una época donde se cuenta con tantos avances médicos y tecnológicos que han hecho posible  alertar al mundo casi en tiempo real lo que se avecinaba como  una terrible amenaza, prepararse para ella (a pesar del retraso o ineficiencia que pudo darse en algunos países) y controlar o disminuir las consecuencias antes inevitables y aún más devastadoras de las que hemos atestiguado de una pandemia. Por el otro lado, sin embargo, este cisne negro (como se le denomina a aquel evento tanto inesperado como improbable) nos ha sacudido a todos, mostrándonos cuán frágil puede ser la raza humana; enfrentarnos a nuestra vulnerabilidad puede ser el inicio de una nueva era donde lo mejor de nosotros aflore y donde finalmente comprendamos que jugar a ser Dios no solo resulta absurdo si no que no merece la pena; que reflexionemos sobre los proyectos en los que se invierten cantidades asombrosas en el desarrollo de tecnología con el propósito de alcanzar la amortalidad, que son, a mi parecer, movimientos arrogantes que desvían recursos que bien podrían ser invertidos en sacar de la pobreza a los millones de personas que viven en condiciones infrahumanas, en mejorar los sistemas de salud de los países, reconociendo las debilidades claramente evidenciadas y en encontrar un nuevo equilibrio donde todos podamos vivir dignamente y desplegar nuestros potenciales.

El libro inicia explicando brevemente el duelo como un proceso de adaptación ante una pérdida importante, así como los mitos que lo rodean y los factores que pueden o no obstaculizar su elaboración. En seguida les presento el programa Cartas y Canicas MX (desarrollado en el 2016 con la intención de trabajarlo en talleres grupales), una guía sencilla para elaborar el duelo a través de ejercicios que pueden ser realizados individualmente o en pequeños grupos, con familia o amigos. Básicamente el programa está compuesto de tres dinámicas: la primera, para trabajar emociones; la segunda, para identificar las herramientas (talentos o dones) y la tercera, los compromisos o tareas que cada uno ha de emprender como parte de su proceso de reconstrucción, en busca de un nuevo equilibrio, de acuerdo a sus ritmos y personalidades. Cada una de estas tres dinámicas está ejemplificada para facilitar su aplicación práctica.

Comparto este trabajo con quienes estén viviendo una pérdida o cambio importante en su vida y en especial, para aquellos que se encuentran en proceso de duelo producto de la pandemia y que muy probablemente esté acompañado de factores que lo hacen más difícil de lo que naturalmente es, ya sea por la fragilidad psicoemocional de los dolientes por lo vivido en este contexto inesperado, por el aislamiento social que, aunque necesario e inevitable, pudo haberles robado la oportunidad de estar al lado del ser querido en la manera en que lo hubieran deseado; es posible que hayan quedado espacios vacíos con frases no dichas, con abrazos y besos reprimidos, con rituales alterados o ausentes.

Para los profesionales de la salud, que estuvieron al frente de la primera línea en todo momento exponiendo su propia integridad, atestiguando día a día los grandes misterios de la vida y muchas veces también, las grandes miserias de la humanidad y sin siquiera poder darse tiempo para lidiar con sus propias emociones.

Para todos los cuerpos de seguridad, empleados de autoservicios, farmacias y todas aquellas personas cuyos empleos fueron considerados esenciales y que a pesar de sus miedos salieron de sus casas cada día para ayudarnos a todos a cumplir con las instrucciones de distanciamiento social.

Mi más profundo deseo porque encuentren en estas páginas algo de sosiego para afrontar de la mejor forma posible su duelo pero sobre todo, para que encuentren o fortalezcan la esperanza en lo que creo firmemente: los seres humanos nos doblamos ante el dolor, pero no nos rompemos. Somos capaces de recomponernos e incluso salir fortalecidos de las crisis.

Cortesía de publicación otorgada bajo el permiso de la autora Gina Tarditi.