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Confiamos más en nuestro celular que en doctores

La información que nos han proporcionado los médicos siempre resulta ser algo diferente

Escrito en VIDA SANA el

Hay una opacidad alarmante y enorme que rodea a la salud femenina. En la actualidad, es difícil que las mujeres tengan claro qué es normal y qué no lo es. Cuando mis amigas y yo hablamos sobre nuestros cuerpos, comparamos la información que nos han proporcionado los médicos, la cual siempre resulta ser algo diferente; nos advertimos unas a las otras sobre padecimientos como la fibrosis uterina y compartimos historias aterradoras sobre los distintos métodos anticonceptivos. Sigue habiendo una combinación de mojigatería e ignorancia respecto a las funciones singulares y a veces personales del cuerpo femenino, lo cual es impactante, considerando que las mujeres son la mitad del mundo.

No obstante, en los últimos años la tecnología móvil me ha dado a mí, así como a un incontable número de personas, la capacidad de registrar una cantidad sin precedente de información sobre nuestras costumbres y bienestar. Nuestros teléfonos no solo nos mantienen en contacto con el mundo; también son diarios, confesionarios, depósitos de nuestros más profundos secretos. Es por eso que los investigadores están emocionados ante la oportunidad de trabajar con el mar de datos que estamos generando, pues esperan que estos puedan responder preguntas que la medicina ha soslayado o pasado por alto.

En marzo, estuve con Jasmine McDonald, profesora adjunta en la Facultad Mailman de Salud Pública de la Universidad de Columbia, y Lauren Houghton, investigadora adjunta de ciencias en la misma facultad. Estas científicas, que están en sus treintas, han estudiado los patrones de la pubertad en adolescentes, específicamente cómo se correlacionan distintos aspectos de los ciclos menstruales con algunas enfermedades que se presentan más tarde en la vida. Como McDonald y Houghton a menudo trabajan con adolescentes o chicas incluso más pequeñas, a lo largo de los años han batallado con los métodos de recolección de datos. Hasta ahora, habían utilizado calendarios y cuestionarios en papel. Pero se dieron cuenta de que sus sujetos adolescentes no registraban bien las fechas.


McDonald y Houghton le preguntaron a una estudiante que hacía el servicio social con ellas cómo llevaba el registro de sus menstruaciones. Les contestó que usaba aplicaciones y finalmente les habló de una llamada Clue. Primero quedaron sorprendidas y luego encantadas. Por supuesto: pedir a chicas que usaran un calendario en papel era como dejarles tarea. Invariablemente los llenarían en el último momento y sin cuidado. Era mucho más sensato emplear una aplicación, en especial si ya había una disponible.

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Las investigadoras descubrieron que la información recopilada a través de Clue era más detallada y más exacta. “Los datos son lo más cercano al tiempo real”, dijo McDonald. Esperan que sus jóvenes participantes se sientan más cómodas contándole a una aplicación sin rostro sus asuntos de salud (un bajón depresivo, coágulos grandes, colon irritado) que a un doctor. Y no solo las adolescentes: la mayoría estamos dispuestas a ser más sinceras con nuestros teléfonos que con los médicos, e incluso que con nuestros esposos o parejas. Buscamos síntomas raros y respuestas a preguntas bochornosas en Google con la misma facilidad que buscamos el nombre de un actor a quien conocemos vagamente. Para muchas de nosotras, los teléfonos inteligentes se han convertido en extensiones de nuestro cerebro: les delegamos funciones cognitivas básicas, como la memoria, lo cual significa que los llenamos de mucha más información de la que nos damos cuenta. Cuando además proveemos esta información voluntariamente, el efecto es incluso mayor.

Ambas científicas afirman que la aplicación ha abierto la puerta a incontables posibilidades para su investigación, pues ofrece una manera de replantear (y posiblemente reparar) la manera como se estudia la salud femenina. “Creemos que sabemos sobre la menarquia porque la hemos estudiado durante décadas”, dijo Houghton. “Pero todavía hay mucho más que estudiar”. Clue puede registrar más información que solo la fecha de comienzo de una menstruación. También puede guardar datos sobre cosas como patrones de sangrado y dolor, niveles de energía y actividad sexual, lo que permite a los investigadores poner a prueba con rigor científico los cuentos de las abuelas.

La salud de la mujer no es la única área en la que la recolección de datos facilitada por aplicaciones está creando nuevos caminos para la investigación. Grindr, una aplicación para hombres gay que buscan citas, realiza encuestas con regularidad entre sus usuarios acerca de temas relacionados con la salud, como los medicamentos profilácticos previos a la exposición (PrEP) que previenen la transmisión del VIH. En diciembre, Grindr se asoció con la Fundación de San Francisco contra el Sida para recopilar la información de usuarios voluntarios sobre los PrEP. El estudio condujo a hallazgos increíbles, aunque preocupantes. Muchos usuarios estaban interesados en el medicamento pero no tenían acceso a médicos o consejeros con una actitud abierta hacia la comunidad LGBT; muchos de quienes preguntaron por ellos a sus médicos se toparon con que estos se oponían, otros más simplemente pensaban que los medicamentos son muy costosos.

Ida Tin, una de las fundadoras de Clue, espera que algún día la aplicación pueda realizar sus propios estudios, publicar los hallazgos y llevarlos de regreso a la aplicación. Por ejemplo, Clue podría recomendar a las usuarias que notifican importantes irregularidades en su menstruación, que discutan con sus doctores el síndrome de ovario poliquístico, un trastorno común (pero a menudo difícil de detectar) que puede contribuir a la aparición de obesidad, diabetes, presión arterial alta y cardiopatías.

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No fue sino hasta que una amiga me enseñó aplicaciones para llevar el registro de mis menstruaciones, en mis veinte, cuando mi cuerpo se convirtió en algo que comprendía de manera íntima: era más conocido que extraño. Al principio dudaba, pero las aplicaciones tenían contraseña, lo que me hacía sentir la confianza de ser sincera con respecto a lo que en verdad sentía y con quién estaba teniendo relaciones en realidad. Después de unos cuantos meses, las aplicaciones no eran simples depósitos de hechos diarios: se habían convertido en un mapa legible de mi cuerpo. La menstruación ya no me tomaba por sorpresa y por fin aprendí a relacionar la curva de mi ciclo con mis cambios de humor, apetito, cansancio y vida sexual, así como a ajustar mis rutinas en concordancia. Ahora, cuento con años de información sobre mis periodos y un entendimiento sumamente exacto de cómo funciona mi cuerpo: cuándo es probable que tenga cólicos y dolor en los senos, cuándo no ir a yoga ni salir porque necesito dormir más. Durante toda mi vida, los doctores tendían a ser vagos, a hacer que mis funciones corporales parecieran algo misterioso en extremo, cuando en realidad solo son algo individual y fácilmente entendible con la ayuda de un software.

Al compartir con estas aplicaciones hasta el más mínimo detalle, las hacemos increíblemente valiosas, pero también potencialmente dañinas si nuestros minuciosos registros caen en las manos equivocadas. Clue defiende de manera constante su seguridad, y hoy por hoy le creo a la empresa en ese aspecto, igual que alguna vez creí en las afirmaciones de eBay, Snapchat y Evernote acerca de que su servicio era seguro. Y, sin embargo, en determinado momento todas esas aplicaciones fueron vulnerables a ataques cibernéticos. En la actualidad, las fugas de información son inevitables, lo que plantea un dilema imposible de resolver. La única conclusión a la que he llegado es que debemos evaluar cada nueva relación con un software o un hardware de manera individual y decidir si el beneficio compensa el riesgo.