Es una intoxicación poco frecuente y potencialmente mortal, causada por las toxinas producidas por la bacteria anaerobia clostridium botulinum.
Las toxinas botulínicas, habitualmente consumidas en los alimentos, debilitan o paralizan los músculos, por lo que se puede manifestar con sequedad de boca, dificultad para tragar y para hablar, visión doble e incapacidad de enfocar la vista, o con síntomas digestivos como diarrea, vómitos y cólicos intestinales.
(Foto: Pinterest)
El daño neurológico causado por las toxinas afecta la fuerza muscular, pero no la sensibilidad. Además, el estado mental no suele alterarse. La dificultad para deglutir hace que se puedan inhalar (respirar) alimentos o saliva hacia los pulmones, lo que origina ahogos o atragantamientos y aumenta el riesgo de neumonía.
Para diagnosticar el botulismo, los médicos examinan las muestras de sangre y heces, o los tejidos de una herida, y realizan una electromiografía. La preparación y el almacenamiento cuidadoso de los alimentos previenen el botulismo causado por la ingesta de alimentos contaminados. A veces es imposible determinar si el botulismo se ha producido por una herida o por la ingestión de alimentos.
Algunas personas que se recuperan del botulismo padecen cansancio y dificultad respiratoria durante muchos años, y a veces es necesaria fisioterapia de larga duración.
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