Cuántas veces no le hemos dicho a alguien que lo odiamos, o llegamos a pensarlo, pero que nos pasa cuando sentimos eso, ¿nuestro cerebro se está haciendo egoísta?, ¿solo quiero lastimar a la otra persona? ¿O realmente lo siento?
Lo cierto es que existen varios detonantes como las personas, sus acciones y nuestras reacciones que hacen surja este oscuro sentimiento dejando huella en nuestro cerebro.
También puedes ver: ¿Sólo buscamos emociones buenas para ser felices?
Cuando odiamos a alguien, en nuestra mente se activa un circuito que no se registra con otros sentimientos como el miedo o el amor, reveló investigación realizada por Semir Zeki y John Paul Romaya, dirigida por el University College de Londres y publicada en la revista PLoS ONE.
Para el estudio, los científicos mostraron a 17 voluntarios fotografías de personas que aseguraban detestar y midieron su actividad cerebral con imágenes de resonancia magnética. También les enseñaron fotos de individuos neutrales para comparar los resultados.
Se dieron cuenta de que cuando experimentaban odio, en los cerebros de los participantes se estimularon zonas de la cabeza y del subcórtex asociadas con el comportamiento agresivo y la acción. Además, se puso en funcionamiento una parte de la corteza frontal relacionada con la predicción de movimiento de los demás
Estas no fueron las únicas áreas activas, también el putamen y la ínsula, dos áreas relacionadas con el amor romántico; sin embargo, apenas se desactivaron las áreas relacionadas con el juicio y el razonamiento (como sí ocurre con el amor). Quien odia está alerta ante el adversario.
El odio aparece en el ser humano cuando toma consciencia de ello. No se trata de un instinto primario ni de algo racional. “El odio es un sentimiento que emergió evolutivamente de conjuntos más básicos de sensaciones corporales y emocionales que son comunes en humanos y otros primates, como el hambre y el miedo. Señaló a Sinc Henry Evrad, neuroanatomista en el Instituto Max Planck de Cibernética Biológica (Alemania).
A veces este sentimiento exclusivamente humano desemboca en violencia. Quienes perpetran atentados terroristas asesinatos o agresiones movidos por el odio comparten algo: la falta de empatía.
“La división binaria nosotros-ellos tiene la poderosa habilidad de eliminar nuestra empatía”, mantiene Dozier Jr. Un estudio publicado en PLoS ONE demostró que ponernos en el lugar del otro está estrechamente relacionado con la cercanía afectiva que tengamos hacia esa persona.
Durante la investigación, los científicos analizaron el grado de dolor que sentían 66 participantes cuando imaginaban que alguien querido, un desconocido o una persona que odiaban se encontraban en una situación dolorosa.
Las puntuaciones más altas de dolor las experimentaron cuando pensaban que sus seres queridos sufrían. En el caso de las personas por las que sentían aversión, el dolor fue el más bajo, inferior incluso al que sentían hacia un desconocido.
“Esta falta de empatía por las víctimas es un distintivo del odio que se ha hecho evidente repetidamente en incontables matanzas y genocidios”, recuerda el escritor.
“Podemos ser exquisitamente sensibles a los sentimientos de nuestra familia y amigos, y totalmente insensibles a los sentimientos de nuestros enemigos”, añade.
¿Qué pasa cuando odiamos?
Lo cierto es que existen varios detonantes como las personas, sus acciones y nuestras reacciones que hacen surja este oscuro sentimiento dejando huella en nuestro cerebro.
También puedes ver: ¿Sólo buscamos emociones buenas para ser felices?
Cuando odiamos a alguien, en nuestra mente se activa un circuito que no se registra con otros sentimientos como el miedo o el amor, reveló investigación realizada por Semir Zeki y John Paul Romaya, dirigida por el University College de Londres y publicada en la revista PLoS ONE.
Estudio
Para el estudio, los científicos mostraron a 17 voluntarios fotografías de personas que aseguraban detestar y midieron su actividad cerebral con imágenes de resonancia magnética. También les enseñaron fotos de individuos neutrales para comparar los resultados.
Resultado
Se dieron cuenta de que cuando experimentaban odio, en los cerebros de los participantes se estimularon zonas de la cabeza y del subcórtex asociadas con el comportamiento agresivo y la acción. Además, se puso en funcionamiento una parte de la corteza frontal relacionada con la predicción de movimiento de los demás
Estas no fueron las únicas áreas activas, también el putamen y la ínsula, dos áreas relacionadas con el amor romántico; sin embargo, apenas se desactivaron las áreas relacionadas con el juicio y el razonamiento (como sí ocurre con el amor). Quien odia está alerta ante el adversario.
Pero por qué odiamos
El odio aparece en el ser humano cuando toma consciencia de ello. No se trata de un instinto primario ni de algo racional. “El odio es un sentimiento que emergió evolutivamente de conjuntos más básicos de sensaciones corporales y emocionales que son comunes en humanos y otros primates, como el hambre y el miedo. Señaló a Sinc Henry Evrad, neuroanatomista en el Instituto Max Planck de Cibernética Biológica (Alemania).
A veces este sentimiento exclusivamente humano desemboca en violencia. Quienes perpetran atentados terroristas asesinatos o agresiones movidos por el odio comparten algo: la falta de empatía.
“La división binaria nosotros-ellos tiene la poderosa habilidad de eliminar nuestra empatía”, mantiene Dozier Jr. Un estudio publicado en PLoS ONE demostró que ponernos en el lugar del otro está estrechamente relacionado con la cercanía afectiva que tengamos hacia esa persona.
Empatía en nuestros familiares y desconocidos
Durante la investigación, los científicos analizaron el grado de dolor que sentían 66 participantes cuando imaginaban que alguien querido, un desconocido o una persona que odiaban se encontraban en una situación dolorosa.
Las puntuaciones más altas de dolor las experimentaron cuando pensaban que sus seres queridos sufrían. En el caso de las personas por las que sentían aversión, el dolor fue el más bajo, inferior incluso al que sentían hacia un desconocido.
“Esta falta de empatía por las víctimas es un distintivo del odio que se ha hecho evidente repetidamente en incontables matanzas y genocidios”, recuerda el escritor.
“Podemos ser exquisitamente sensibles a los sentimientos de nuestra familia y amigos, y totalmente insensibles a los sentimientos de nuestros enemigos”, añade.