Una infancia bien cuidada puede ser la mejor medicina preventiva para la salud mental. Hoy, desde la psiquiatría, entendemos que el origen de muchas fortalezas —y también de muchas heridas emocionales— comienza mucho antes de que una persona diga su primera palabra.
El maternaje, ese conjunto de cuidados emocionales y físicos desde la gestación hasta la adolescencia, tiene un impacto profundo en la arquitectura del cerebro y en la forma en que una persona enfrentará la vida.
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¿Cómo influye la crianza materna en la salud mental?
- Todo inicia incluso antes del nacimiento
Un embarazo planeado y deseado, donde la madre recibe acompañamiento físico y emocional, reduce significativamente el riesgo de ansiedad prenatal, depresión posparto y problemas en el vínculo con el bebé. Las emociones de la madre, sus niveles de estrés y el ambiente que la rodea durante la gestación influyen directamente en el desarrollo del sistema nervioso del feto. El útero es el primer espacio emocional del ser humano.
- Luego viene el nacimiento
Un parto respetado, donde madre y bebé pueden tener contacto piel con piel, favorece la liberación de oxitocina, una hormona clave para establecer el apego. Este contacto temprano no solo fortalece el vínculo afectivo, sino que regula la frecuencia cardiaca, la temperatura y el nivel de cortisol (la hormona del estrés) en el recién nacido. En otras palabras, un parto humanizado también es un acto de salud mental.
- La lactancia con buen apego es otro eslabón crucial
No se trata solo de alimentar al cuerpo, sino también de nutrir el vínculo emocional. Un bebé que es sostenido, mirado, acariciado y escuchado mientras se alimenta, aprende desde muy temprano que el mundo es un lugar seguro y que sus necesidades serán atendidas. Esa sensación de seguridad es la base de una buena autoestima, de la empatía y de la regulación emocional.
- Más adelante, durante la infancia y la adolescencia
El buen maternaje se expresa en una crianza cariñosa pero responsable. Esto significa poner límites claros sin violencia, validar las emociones sin sobreproteger, y estar presente emocionalmente, incluso cuando hay errores o conflictos. Los niños y adolescentes que crecen en este tipo de entornos desarrollan mayor tolerancia a la frustración, menos problemas de conducta y un menor riesgo de depresión, ansiedad y adicciones en la adultez.
Esto no es solo teoría
Numerosos estudios han mostrado que un vínculo afectivo seguro en los primeros años de vida se asocia con un menor riesgo de trastornos mentales como el trastorno límite de la personalidad, la depresión mayor o el trastorno de ansiedad generalizada. Incluso en la práctica clínica, vemos cómo personas con infancias cuidadas tienen más herramientas para enfrentar pérdidas, rupturas o crisis sin desorganizarse emocionalmente.
El buen maternaje no depende exclusivamente de la madre biológica. Puede venir de cualquier figura constante y amorosa que acompañe al niño con presencia emocional: padres, abuelos, cuidadores, e incluso instituciones bien capacitadas.
Cuidar desde el inicio no es un lujo, es una necesidad. Acompañar con amor desde el embarazo, con presencia durante el parto, con afecto en la lactancia y con respeto durante la crianza, es sembrar salud mental para toda la vida.