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El ejercicio médico, mezcla de arte y ciencia

Se llevó a cabo una sesión conjunta de la Academia Nacional de Medicina y la Academia Mexicana de la Lengua, ¿de qué se habló?

Escrito en OPINIÓN el

Se llevó a cabo una sesión conjunta de la Academia Nacional de Medicina y la Academia Mexicana de la Lengua, en la que tuve oportunidad de ser coordinador, y el tema a desarrollar fueron las influencias literarias en la vocación médica.

En esa sesión se contó con la participación del doctor Julio Sotelo, expresidente de la Academia e Investigador Emérito del Sistema Nacional de Investigadores; el doctor Alberto Lifschitz, distinguido maestro de muchas generaciones médicas y prolífico autor, y de don Gonzalo Celorio, director de la Academia Mexicana de la Lengua quien con esta sesión culminó su brillante gestión al frente de esa institución. 

En su presentación intitulada “Médico literato, explorador de la condición humana”, el doctor Sotelo se refirió a que el ejercicio médico puede definirse como la combinación de arte y ciencia. 

El arte refleja la belleza, armonía, compasión, generosidad, bondad, talento y nobleza que deben acompañar el ejercicio de los conocimientos y destrezas cultivados en la más estricta y confiable base del conocimiento científico, que constituye la otra mitad del oficio médico. 

La cercanía del médico con la enfermedad y sus realidades lo vincula con la literatura y con la presencia de notables personajes médicos en el género novelístico cuyos ejemplos más sobresalientes fueron evocados en la presentación.

La ponencia del doctor Alberto Lifschitz “Médicos como personajes literarios”, partió del hecho de que la enfermedad y la muerte son eventos críticos de cada persona y conforman infinidad de argumentos literarios y alrededor de ellos actúan los profesionales de la salud. 

En este sentido hay muchas obras literarias que incluyen personajes médicos protagónicos (San Lucas, Sinuhué, Manson, Arrowsmith y Palinuro de México, entre muchos). 

(Foto: Especial)

En el cine y la televisión también los hay y despiertan o reafirman vocaciones de los jóvenes.

Los médicos son personajes literarios favoritos, no sólo porque en su mejor versión podrían encarnar héroes modernos, sino porque alrededor de ellos se mueven circunstancias que reflejan lo más íntimo y profundo de las vidas humanas y de la sociedad en que vivimos.

Don Gonzalo Celorio abordó el tema “Médicos eminentes de la Academia Mexicana de la Lengua” y se refirió a que, vista a través de sus médicos, la Academia de la Lengua es una botica de palabras que alivian, sanan, curan y renuevan el cuerpo y el espíritu para hacer la vida más llevadera. 

Desde su fundación en 1875, en la Corporación se han reunido ilustres humanistas que han contribuido con su sabiduría al buen estado de salud de la Institución.

En el siglo XIX formaron parte de la Academia de la Lengua médicos ilustres, entre otros, Manuel Peredo, uno de los fundadores, José María Marroquí y José Peón Contreras.

Entre sus médicos de cabecera en el Siglo XX, destacan entre otros, Enrique González Martínez, quien además de torcerle el cuello al cisne de engañoso plumaje, fue poeta y profesor de Medicina y Literatura; Francisco Fernández del Castillo, observador de la Historia de la Medicina al igual que Ernesto Ramos. Ruy Pérez Tamayo, notable patólogo, perteneció a la Comisión de Consultas y Enrique Cárdenas de la Peña quien reunió una valiosa obra de ensayos y cuentos. 

Actualmente José Luis Díaz Gómez contribuye a la vida de la Institución con estudios sobre la naturaleza de la lengua y los laberintos de la mente-cuerpo, tal como lo hizo Alfonso Pérez Romo, quien destacó, como lo hace la Institución, el sentido humano que guía la profesión de los médicos.

De mi parte puedo referir cómo la lectura de una magna obra de la literatura universal, “Cien años de Soledad”, contribuyó a consolidar mi vocación por la especialización de Genética Médica. Al avanzar en el emocionado recorrido de sus páginas, tuve la curiosidad de elaborar el complejo e intrincado árbol genealógico de la familia Buendía. 

(Foto: Especial)

Este árbol, elaborado entonces de manera artesanal, se perdió en los anaqueles polvorientos sepultados por el sismo de 1985 en el Hospital de Pediatría del Centro Médico Nacional del IMSS. 

Una grata sorpresa fue encontrar en las páginas iniciales de la hermosa edición conmemorativa de los 50 años de la publicación de la novela un esbozo de la genealogía de los Buendía.

La amistad con Gabo y con personajes ilustres de la medicina nacional como Mario Salazar Mallén, personaje contestatario que acudía a las reuniones convocadas por Bertrand Russell en la plaza Trafalgar de Londres, distinguido miembro de la Academia Nacional de Medicina y Primer Presidente de la Asociación Mexicana de Genética Humana.

Y con Domerio Mas Navarro, distinguido integrante del Exilio Español, jefe del Pabellón de Gastroenterología del Hospital General de México, director médico de Laboratorios Syntex en la época de su mayor esplendor, y quien facilitó a Gabo la máquina de escribir con la que inició la escritura de “ Cien Años de Soledad”, lo que ilustra la cercanía estrecha y permanente de los médicos con las humanidades y las artes. 

Estos nexos amistosos propiciaron la publicación, bajo el generoso patrocinio de Syntex, de los hallazgos de las investigaciones pioneras en Genética Médica realizadas en la Unidad de Investigación en Genética del IMSS.

Es deseable que las grandes obras literarias aviven en las nuevas generaciones médicas sus facultades intelectuales y emocionales para contrarrestar los fáciles y fríos laberintos de espejos deshumanizados de las plataformas de Inteligencia Artificial, y que les permitan consolidar genuinos desarrollos en el campo de la atención y la investigación médica.