Uno de los sentidos que más resiente el paso del tiempo es la vista, pues con la edad se pierden ciertas capacidades ocasionando que el cristalino, la lente que tenemos al interior del ojo, se vuelva menos elástico, lo que dificulta el correcto funcionamiento de la visión y aumenta el riesgo de desarrollar enfermedades oculares que de no ser tratadas pueden causar ceguera parcial o total.
Tal es el caso de la catarata, enfermedad que se caracteriza por la sensación de vista nublada o empañada, acompañada de síntomas como el desarrollo de visión borrosa, complicaciones para ver de noche, imposibilidad de distinguir relieves y sensibilidad a la luz. Cabe mencionar que la manera más eficaz de revertir los efectos de esta afección es a través de la cirugía, procedimiento que además de ser ambulatorio, cuenta con un alto índice de eficacia.
Pese a que la catarata puede presentarse desde los 40 años, es probable que en esta etapa no afecte la visión; sin embargo, después de los 60 años, los daños oculares son más evidentes, por ello es importante acudir con el especialista en oftalmología al menos una vez al año.
(Foto: Pixabay)
¿Qué son las cataratas?
Incluso, de no adoptar una cultura de prevención adecuada, dicho padecimiento puede convertirse en un serio problema de salud pública, en gran parte debido a su incidencia en la población adulta mayor, pues se estima que, en las próximas tres décadas, a nivel mundial, el número de personas mayores de 60 años se incrementará a 1,500 millones para el año 2050 y el 80% de ellas vivirá en países de ingresos bajos y medios.
Por tal razón, priorizar la atención a la salud oftalmológica es un reto, sobre todo en un país como México, en el cual tres millones de habitantes padecen catarata y existe una cifra que aumenta con 140 mil casos anualmente.
Uno de los grandes desafíos es poder alcanzar a los pacientes de comunidades rurales, cuyo acceso a los servicios de salud oftalmológica son limitados, por la falta de recursos y oportunidades.
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Como profesionales de la salud visual, es primordial buscar estrategias que nos permitan acercar estos recursos a las comunidades que más lo necesitan, pues además de disminuir los datos negativos de tal padecimiento, es prioritario brindar la posibilidad a los pacientes de mejorar su calidad de vida y continuar con sus actividades, toda vez que este beneficio repercute en la economía y calidad de vida.
Recordamos que la tercera edad no siempre es sinónimo de ceguera y es necesario potencializar la prevención y la atención de calidad para disminuir los problemas visuales sobre todo para evitar complicaciones que deriven en la pérdida parcial o total de la vista.