Hace apenas unos días le preguntaban al Papa Francisco si ha contemplado la posibilidad de renunciar ante sus cada vez más aparentes problemas de salud. Él, quien hoy cuenta con 85 años de edad, respondió que tendría que cuidarse más para poder seguir cumpliendo de la mejor manera posible con sus múltiples deberes como jerarca de la Iglesia Católica.
Sin embargo, dejó ver que si su salud no se lo permitiera, renunciaría. Si así fuera, el Papa Francisco sería el segundo en renunciar en los últimos seis siglos –el primero fue el Papa Benedicto XVI, cuyo papado fue del 2005 al 2013 y hoy tiene 95 años de edad.
Revisando la edad en que han fallecido los Papas de los últimos cien años, tenemos que:
- Pío XI (papado de 1922 a 1939), falleció a los 81 años de edad
- Pío XII (papado de 1939 a 1958), a los 81 años
- Juan XXIII (papado de 1958 a 1963), a los 82 años
- Pablo VI, (papado de 1963 a 1978), a los 80 años
- Juan Pablo I, (papado de 1978 a 1978), a los 80 años
- Juan Pablo II, (papado de 1978 al 2005), a los 84 años
Todos ellos vivieron ya bien entrada la vejez. Sin duda, la expectativa de vida alrededor del mundo continúa en ascenso; especialmente, en los países más desarrollados.
El envejecimiento y la muerte. Dos partes dentro de un largo continuo que inicia al nacer
La mejoría en las condiciones de higiene, el agua purificada, el descubrimiento de los antibióticos y el desarrollo de vacunas son solamente algunos de los factores que han hecho posible que hoy miles de millones de personas vivan más y mejor.
No obstante, no quiero dejar de resaltar que aún hay cientos de millones de personas que viven en condiciones muy precarias y que para ellas no hay acceso a los sistemas de salud ni tampoco recursos suficientes para alimentarse adecuadamente, lo cual debiera indignarnos a todos.
Ahora bien, el hecho de que hoy se viva más no significa mantener la fuerza y vigor de la juventud; tampoco significa poder evitar cualquier enfermedad. Vivir más conlleva la pérdida de ciertas capacidades, un paulatino declive funcional y el debut de enfermedades propias de la vejez.
Hace algunos años escuché al doctor Juan Ramón de la Fuente decir una frase muy cierta: “no se nos olvide que nos han prolongado la vejez, no la juventud.”
Así que no debería sorprender a nadie que el Papa Francisco contemple la posibilidad de renunciar. Como tampoco debe sorprendernos que después de una larga vida, llegue la muerte.
(Foto: Pexels)
Si empezamos a pensar en la vejez – muerte dentro de un continuo-, quizá dejáramos de ver a la vejez como una enfermedad en sí misma a la que hay que combatir a toda costa y, a veces, a cualquier costo.
Quizá de esta manera podremos, llegada la vejez, vivirla con plenitud y de acuerdo a las circunstancias individuales.
Honestamente, este nuevo discurso de la “vejez exitosa” no acabo de entenderlo. Parece más fantasía y negación de la realidad, y lo que logra es perpetuar el estigma asociado al envejecimiento.
O, para decirlo de otra forma, si la mayoría, como parece, desea tener una muy larga vida, sería bueno ponernos a trabajar para verla como una etapa más que la vida ofrece y que, como cualquier otra, conlleva ganancias, pérdidas, tareas y retos.