De acuerdo con Our World in Data, en 1990, 5.7 millones de personas murieron a causa de algún tipo de cáncer, mientras que la cifra aumentó a 9.56 millones en el 2017. A primera vista podría pensarse que se ha incrementado la incidencia del cáncer en el mundo. Sin embargo, estas cifras no consideran el crecimiento poblacional o la distribución en los distintos grupos etarios.
Si analizamos de cerca la información del 2017, se desprende que 4.43 millones de fallecimientos tuvieron lugar en la población mayor a 70 años y otros 3.96 millones en el grupo de 50-59 años. Es decir, el 87.76 % de todas las muertes por cáncer registradas en ese año se produjeron en la población mayor a los 50 años.
Sin lugar a dudas, la edad representa uno de los principales factores de riesgo individual para desarrollar cáncer. Existen otros muchos factores de riesgo, lo cual hace difícil conocerlos y comprender cómo impactan o interactúan en cada organismo. Intentando clarificar, puede decirse que el daño celular se acumula a medida que se envejece, al tiempo que la capacidad del organismo para repararlo, va disminuyendo.
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Sin embargo, otra forma de entender lo anterior es ver el envejecimiento como un triunfo de la ciencia y la tecnología. En 1930, la esperanza de vida, de acuerdo con datos del INEGI, era de 35 años para las mujeres y 33 años para los hombres. Para 2019, la expectativa había aumentado a 78 años para las mujeres y 72 años para los hombres.
De entre todos los factores de riesgo hasta hoy reconocidos como precursores del cáncer, existen algunos que pueden ser modificados, en distinto grado, de acuerdo al contexto socioeconómico y geográfico, y por ello vale la pena mencionarlos: el tabaquismo, la dieta, la obesidad, el sedentarismo, el consumo de alcohol y los contaminantes y cancerígenos ambientales.
También hay que decir que la sobrevida de los pacientes que cursan con algunas de las formas más comunes del cáncer ha ido aumentando; en particular, en los países más desarrollados. Esto habla de mejores diagnósticos y tratamientos que, en un mundo ideal, tendrían que ser asequibles para cualquiera que los requiera y los desee, sin importar el lugar de residencia o el nivel socioeconómico al que se pertenezca.
Sin pretender minimizar los impactos del cáncer, a nivel individual, familiar y social, es importante señalar que es precisamente por su complejidad que se han creado innumerables mitos a su alrededor, generando miedo, lo que a su vez dificulta el proceso de adaptación que cada paciente emprende tras un diagnóstico de cáncer. Por esta razón y a pesar de lo difícil que resulta derribar mitos, es importante trabajar en ello para bien de todos quienes han sido o serán tocados por la enfermedad en algún momento de su vida.
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Algunos de los más comunes son:
- Mito: Si alguien en mi familia tuvo cáncer, yo también enfermaré.
- Realidad: Solamente del 5 al 10% de todos los cánceres diagnosticados se debe a mutaciones heredadas.
- Mito: Si nadie en mi familia ha tenido cáncer, yo estoy a salvo.
- Realidad: Existen muchos factores, además de la herencia, que pueden provocar el desarrollo de un cáncer a lo largo de la vida.
- Mito: Las emociones negativas provocan cáncer.
- Realidad: Las emociones, todas, son naturales y no tienen la capacidad de provocar cáncer.
- Mito: La actitud positiva cura el cáncer.
- Realidad: Una actitud positiva ayuda en el proceso de adaptación a la enfermedad y puede mejorar la calidad de vida, pero no tiene la capacidad de curar el cáncer.
- Mito: Existen hierbas que curan el cáncer.
- Realidad: Solo los tratamientos oncológicos que cuentan con evidencia científica tienen la capacidad de controlar y/o curar el cáncer.
- Mito: El cáncer es contagioso.
- Realidad: El cáncer no es contagioso.
- Mito: El cáncer es una enfermedad moderna.
- Realidad: El cáncer es probablemente la enfermedad más antigua de la que se tenga conocimiento.