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¿Cuánto dura ahora el "amor eterno"?

En nuestra sociedad de mercado que tanto promueve el consumo no escapan las personas y las relaciones desechables buscando cumplir el deber ser de la felicidad

Escrito en OPINIÓN el

En estos tiempos de amores líquidos es difícil determinar cuánto dura el “amor eterno”. Las conexiones para conocer a otras personas con internet y aplicaciones telefónicas incrementan la velocidad a tan solo un click en fotos de  perfil con “bios” para hacer un “match”; ya de ahí las conexiones sexuales y/o emocionales son otra cuestión. 

¿Cuánto dura el "amor eterno? 

Conocemos a alguien, es inevitable que se generen algunas expectativas y fantasías con las que idealizamos al o la crush en cuestión, inicia el reguero de hormonas al que conocemos como enamoramiento y buscamos coincidir también con las expectativas ajenas, aunque sea de forma superficial.

Continúa con un proceso de fusión y separación que va del muégano al espacio personal, en el que se puede presentar un vaivén de sueños y pesadillas, rodeados de dudas ¿Será el amor de mi vida? ¿Puedo estar con alguien mejor?  


(Foto: Pexels)

Y además temor al compromiso, renunciar a la libertad, temor a la pérdida de control, a no volver a sentir la emoción de la conquista y el enamoramiento, la renuncia a estar con otras personas. Tal vez sea más evidente en relaciones monógamas, pero en realidad las relaciones abiertas y poliamorosas tampoco escapan al desamor (y al polidesamor).

Cada vez se cumple menos la consigna “Hasta que la muerte (del amor) les separe”; antes se hablaba de la crisis de los siete años, pero hay relaciones que no duran tanto. También hay vínculos amorosos que logran perdurar, construyen acuerdos, toman decisiones, siguen eligiendo continuar juntos, se adaptan y organizan su logística (puede ser menos romántico de cómo nos lo venden). En ocasiones por amor, otras por apego (“amores tóxicos” les dicen ahora), pero deciden continuar.

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En nuestra sociedad de mercado que tanto promueve el consumo no escapan las personas y las relaciones desechables buscando cumplir el deber ser de la felicidad. Se forman ciclos y bucles de conocer a alguien, enamorarse y romper ad nauseam.

Cuando es el desamor quien llama a la puerta, “Tenemos que hablar…”

En ocasiones vemos algunas señales de que se acerca el final, otras veces preferimos no verlas, hasta que nos es inevitable reconocer que estamos en la presencia del desamor y llega el momento de la despedida de un vínculo, el fin de una historia,  las emociones que nos acompañaron.

(Foto: Pexels) 

Según cómo fue el vínculo, la forma cómo nos involucramos en la relación, los espacios de autonomía personal, cómo se dio el proceso de cierre, nuestra disponibilidad a continuar nuestro viaje personal, nuestras creencias del amor y nuestro proyecto de vida afectarán nuestro proceso de desamor y duelo.

¿Cómo han sido tus truenes?

Experimentar el desamor no es poca cosa, sentimos frustración, drama, dolor, sufrimiento, miedo, soledad, abandono, tristeza y melancolía. Cada quien lo sobrevive como puede y se vale.

Algunas señales posibles desamorosas:

  • Disminuye el deseo sexual
  • Baja frecuencia de contacto físico
  • Aburrimiento cuando comparten tiempo
  • Conflictos por desencuentros
  • Falta de entendimiento
  • Discusiones frecuentes

Aclaro, son indicadores a observar, hablar y cuidar en una relación, no necesariamente indican el final de una relación. Pueden ser consecuencia de estrés, duelos, depresión y/o otras situaciones específicas.

Se busca exorcizar el dolor, hay quienes hacen dietas, se ponen a hacer ejercicio, cambios de imagen y quienes pueden hasta recurren a la cirugía plástica. Para volver al escaparate del amor.

(Foto: Pexels) 

Nunca nos enseñaron a vivir estos laberintos desamorosos, estamos improvisando. Todo cambia, la “impermanencia” le llaman quienes practican el budismo, el desamor puede entenderse como proceso de cambio. Algo termina y da lugar a un nuevo comienzo. Nuestros vínculos cambian y nos transforman, cada caso tiene su propio ritmo y tiempo.

Una recomendación es el acompañamiento del duelo y nuestro proceso de transformación con una persona profesional (psicología o tanatología) que sepa brindar acompañamiento y escuchar compasivamente. Independientemente de acompañarnos con nuestras redes afectivas. Tomarse el tiempo para despedirse y atravesar el proceso (sin atajos).

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