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La doctora que identificó los mecanismos de transmisión fetal del VIH

Bajo la tutela de Premios Nobel, esta doctora mexicana fue parte del equipo que descubrió la forma de transmisión del VIH de la madre al feto.

Escrito en LÍDERES DE LA SALUD el

Tuvo entre sus brazos a bebés a los que no se les daba más de año y medio de vida. ¿La causa? Sus madres les habían transmitido desde el vientre el VIH, virus de inmunodeficiencia adquirida que, en su momento, representó una sentencia de muerte segura. Hoy son hombres y mujeres que ya cursan su tercera década de vída, con buena salud, y que mantienen contacto con ella, quien fue su médico de cabecera.

Es la doctora María del Carmen Gorbea Robles, médico pediatra infectóloga, para quien el reto en aquello momentos fue identificar los mecanismos de transmisión fetal, del que se creía entonces era un virus irremediablementge letal. Y lo logró, con la tutela del doctor Luc Montaigner, Premio Nobel de Medicina 2008, galardón que obtuvo por haber descrito el VIH, de quien fue discípula, lo mismo que del doctor Harold zur Hausen, igualmente receptor del Nobel de Medicina 2008, en su caso por describir la asociación entre el virus del papiloma humano y el cáncer de cuello uterino.

“Cuando tenía dudas relacionadas con los comportamientos virales, podía consultar con ellos”, recuerda la Dra. Gorbea y relata: “El doctor Montaigner cariñosamente me llamaba ‘veterinaria’, porque no entendía cómo podíamos relacionarnos con personitas que no hablan…yo fuí aprendiendo”.

Pionera contra el SIDA

La Dra. Gorbea formó parte del equipo de médicos que describieron las manifestaciones cutáneas de este virus en los niños, que se desconocían y, dice, “se convirtieron en un marcador biológico invaluable para seguirle la pista a la enfermedad”. Junto con la doctora Carmen Villarreal creó el concepto del “Manejo integral del binomio madre-hijo con VIH-SIDA”, y con las doctoras Elda Villegas, Carmen Soler y Carmen Basualdo, determinaron el comportamiento de las células de la placenta, conocidas como macrófago placentario, que intervienen en la transmisión del virus de la madre al bebé. “Describimos cuál era la cantidad exacta de células CD4 que tenían los niños, que no se conocían”, y que hoy consituyen un marcador determinante para el manejo de esta infección.

Describieron también lo que en su momento se llamó el “cuarto antirretroviral”, que es el aspecto nutricional de los pacientes, a quienes dedicó parte de su trabajo de investigación con el objetivo de apoyarles en el conocimiento de su enfermedad, de manera accesible.

En su ejercicio profesional, que incluye casi tres décadas en el departamento de infectología del Centro Médico La Raza del IMSS, 10 años como integrante del Sistema Nacional de Investigadores y con la experiencia de haber sido pionera en el tratamiento de pacientes con VIH-SIDA, ella misma ha estado expuesta al propio virus del SIDA y a muchos más por atender a pacientes en condiciones críticas, en zonas de alto riesgo.

La doctora Gorbea participó en tres pandemias en primera línea, como médico y como autoridad sanitaria: el SIDA, la influenza tipo H1N1 y ahora el Covid.Y se ha familiarizado a tal grado con estas especies que, dice, “los microorganismos y yo somos uno mismo, entiendo mucho la bateriología, la virología, sé cómo interactúan con nuestras células, eso me parece fascinante”.

No fue una experiencia fácil haber trabajado con personajes de la talla de los doctores Luc Montaigne y Harold zur Hausen. La medicina, dice, “es un mundo complicado, complejo, y si bien hoy hay más apertura para las mujeres en ese campo, hace 34 años, cuando estaba en pleno ejercicio profesional, y siendo la más joven del grupo al que pertenecí, no fue nada fácil…Tuve la suerte de que hubo médicos con mucha experiencia que me adoptaron como si fuera su hermana menor, y les aprendí mucho”.

Ha sido integrante de diversas asociaciones mundiales, entre ellas la Interntional Aids Society, lo que la llevó a ser conferencista en diversos eventos internacionales. Cuenta en su trayectoria haber realizado la maestría en Ciencias en la Facultad de Medicina de la UNAM, de la que es egresada de la licenciatura, así como la maestría en Economía de la Salud, por la Universidad de York, en Londres, Inglaterra. Y haber sido ejecutiva de la farmaceútica GlaxosSmithKline, operando lo relativo a la producción e importación de vacunas.

Coronavirus: conocer al enemigo

Una de sus máximas es, citando a Maquiavelo en El Principe, “para vencer al enemigo primero hay que conocerlo”. En el caso de lo que se hizo en ese sentido con del SIDA, Maricarmen Gorbea afirma: “Ese conocimiento nos dio herramientas para entender cómo se comportaba la enfermedad, cuáles eran los mecanismos de transmisión y estrategias de tratamiento más acertadas.

A lo largo del tiempo, ya más de 30 años conviviendo con el VIH-SIDA, que al igual que el coronavirus, dice, “llegó para quedarse”, ese conocimiento nos ha permitido disminuir el riesgo de contagio del SIDA”. Y así será con el coronavirus.

“Tarde o temprano vamos a tener que hacer una gimnasia, un entrenamiento inmunológico para aprender a lidiar con este virus”. No se debe olvidar que “somos un universo maravilloso, nuestros microorganismos nativos que viven en nuestro organismo eventualmente pueden ayudarnos a defendernos de este virus y de muchas otras amenazas biológicas”.


De hecho, indica, en promedio los adultos estamos compuestos por 53 trillones de células “y por cada célula tenemos el doble de microorganismos que habitan en nosotros y nos ayudan a relacionarnos con el entorno”. Se estima que el “peso magro” de ese hoy llamado “microbioma”, antes conocido como “flora intestinal” o “microbiota”, es de unos 10 kilogramos por persona. “Entendamos que nuestro microbioma se adapta, eso está totalmente demostrado, y es tan preciso y tan claro, que se pueden ver desde ahí todos los antecedentes, las raíces de cada persona…así es el microbioma de maravilloso, es el que nos ha ayudado a sobrevivir”, asegura.

En el caso del coronavirus, sus antecedentes se ubican en el siglo IX antes de Cristo, y en la década de los 90 se lograron ubicar los ancestros comunes más recientes de este virus, que son los géneros Beta, Delta, Gamma y Alfa, presentes en la tierra desde el año 3,300 a. de C. los más antiguos, y 2,400 años a. de C. los más recientes. Actualmente existen registros de 7 cepas de coronavirus relacionados con enfermedades respiratorias en humanos, el último de los cuales es el SAR-COV2.

Con esto se ilustra la capacidad que ha tenido la humanidad de adaptarse a la convivencia con estas especies, pese a su letalidad.

Nuestra vida, dice la doctora Gorbea, “ya cambió”, la información y la prevención son las mejores estrategias para evitar infecciones graves, no exponerse ni hacer conductas temerarias, tener un estilo de vida saludable y, algo central, evitar compartir información inexacta. “Este confinamiento vino a sacar lo mejor y peor como individuos y como sociedad…estamos en la era de la información y estamos más desinformados”. Eso, concluye, es un grave riesgo.

A su juicio, en el caso de la pandemia que ahora nos toca vivir, lo peor ha sido el manejo “poco asertivo” de la información por parte de gobiernos y agencias internacionales, pues se han comunicado mensajes contradictorios, lo que ha sembrado confusión y ha impedido lograr un manejo adecuado de las medidas de control y prevención, provocando un alto costo que tendremos que pagar como sociedad.

El confinamiento, afirma, “ha sacado lo mejor y lo peor de cada uno de nosotros, como individuos y como sociedad”, sin embargo, “hay que prepararnos para asumir estos costos…Si todo funciona, se va a llevar una generación en recuperarse…deberemos tener una conducta diferente en la que prevalezca el respeto, la cordialidad y la higiene”, concluye.