Durante los primeros cuatro años de vida de un niño, la siesta a media tarde es un hábito y un recurso que genera beneficios para la salud del pequeño, ya que lo ayuda a estar más tranquilo, menos irritable, más sociable, atento y además lo ayuda con su aprendizaje.
“Facilita la recuperación de la energía física y psíquica, elimina la tensión y el cansancio acumulado, ayuda a controlar los impulsos, mejora el humor y favorece la retención de la información aprendida durante la mañana”, señaló Gonzalo Pin, coordinador de trastornos del sueño y de la Unidad de Pediatría del Hospital Quirón de Valencia.
Aunque para algunos padres es necesario eliminar la siesta de la tarde, para que a sus hijos no les cueste dormir por la noche, el especialista señala que la eliminación de la siesta se da gradualmente, conforme van creciendo y reduciendo sus horas de sueño.
Aseguró que forzarlos a dejar la siesta cuando el niño no lo desea, es quitarle horas de sueño que todavía necesita.
Además, diversos estudios han demostrados que las principales sustancias que ayudan al sistema inmunitario a defendernos de enfermedades, son secretadas mientras dormimos, por lo que la falta de sueño afecta al sistema inmunológico.
El especialista señaló que cuando se le quitan horas de sueño a un niño de cuatro años o menor “tendremos delante un niño irritable, nervioso e intranquilo. Le costará mantener la atención y retener la información (…) No sólo disminuye claramente su capacidad de aprendizaje, también promueve su falta de interés y los terrores nocturnos, además de afectar al desarrollo físico, ya que incluso puede reducir el colesterol y el exceso de adrenalina”.
Finalmente, el especialista señaló que la mejor manera de saber si un niño está durmiendo sus horas necesarias, es verlo feliz y contento, con una conducta norma. (Con información de El Mundo)