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Pandemia desencadena “hambre de piel”, advierten especialistas

El “hambre de piel” ya ha sido reconocida por la ciencia y es la realidad que muchas personas en el mundo enfrentan.

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Hambre de piel”, un término que se lee y se escucha crudo y fuerte, lo que nombra ese “echar de menos”, que neurológicamente, explicaría el daño a la salud que causa la falta de contacto físico durante largos períodos de tiempo, por ejemplo, durante la pandemia de covid-19.

Quizá para algunos no parece importante lo que no se puede ver, como es el daño en la salud mental como consecuencia de la falta de contacto físico y el estrés que produce ello para finalmente, desencadenar una serie de reacciones que reduce la actividad de las células del sistema inmune y aumenta el ritmo cardíaco.

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Hambre de piel afecta el sistema inmune 

El “hambre de piel” ya ha sido reconocida por la ciencia y es la realidad que muchas personas en el mundo enfrentan: los efectos colaterales de abandonar esa categoría de “seres sociales” como resultado de una cuarentena que se alarga y que no ofrece una certeza de término como comenta Pedro Maldonado, investigador del Instituto de Neurociencia Biomédica de la Universidad de Chile:

“A nivel psicológico los efectos tienen que ver con que nosotros somos animales sociales: gran parte de desarrollo de nuestras actividades se desenvuelve en comunidad, a través del comunicarse con otras personas y el tocarse, actividades comunes en nuestra vida cotidiana. Pero en este período, es algo que debemos detener explícitamente”.
 

Si bien el aislamiento es necesario para preservar la salud y la vida, se trata de algo antinatural de lo cual la fisiología también da cuenta como dice Maldonado:

 

“Detiene muchos procesos fisiológicos relacionados al contacto. Hay hormonas que se liberan a través del contacto y en gran parte de nuestra historia como especie el contacto y acicalamiento han sido comportamientos que contribuyeron con nuestra homeostasis fisiológica”.

Al respecto, información de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) señala que el concepto de homeostasis apareció por primera vez en 1860 y describe la capacidad que tiene el cuerpo para mantener y regular sus condiciones internas:

“Esta homeostasis es crítica para asegurar el funcionamiento adecuado del cuerpo, ya que, si las condiciones internas están reguladas pobremente, el individuo puede sufrir grandes daños o incluso la muerte”.

Lo anterior agrega a la explicación de cómo hormonas como la serotonina y la oxitocina, relacionadas con la sensación de bienestar y apego pueden verse afectadas pues el cuerpo humano está diseñado para sentir contacto.

Es indudable que la situación actual de pandemia ha modificado las rutinas, ya no hay exposición a la luz natural, los hábitos de sueño han cambiado e incluso ha mantenido en aislamiento a enfermos. En los casos graves, la gente que ha fallecido no ha tenido un último contacto con sus seres queridos.

Mayor susceptibilidad a covid-19...

El científico Albert Gallace de la Universidad de Milán- Bicocca, explicó más acerca del “hambre de piel” para The Independent:

“Los cerebros son buenos en lo suyo. Si les falta algo, nos indican que tenemos que actuar, cuando hace falta comer, el cerebro lo informa”.
 

Algunos expertos advierten además que el debilitamiento del sistema inmune por falta de contacto además podía aumentar la susceptibilidad al nuevo coronavirus, lo cual representa una ironía peligrosa pues ante una crisis como la que se atraviesa en todo el mundo, sería el momento en que realmente se necesita mayor contacto humano.

 

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Finalmente, la investigadora del Instituto para la Investigación del Tacto (TRI) en la Universidad de Miami explicó a Wired más de la importancia del contacto:

“El tacto tiene una función instrumental en la respuesta inmunológica del organismo, porque reduce los niveles de cortisol, que elimina las células de defensa, un tipo de glóbulos blancos que ataca a los virus. El tacto, al reducir el cortisol, ha mostrado mejoras inmunológicas en pacientes con VIH y cáncer”.
 Con información de: infobae y EXPLORA.