El asma es una enfermedad crónica de los pulmones que provoca que las vías respiratorias se inflamen y se estrechen dificultando la respiración. Las personas con asma experimentan síntomas como tos, sibilancias, dificultad para respirar, opresión, dolor o presión en el pecho cuando las vías respiratorias se tensan, se inflaman o se llenan de moco.
El asma grave puede causar problemas para hablar o para estar activo. Existen tres signos principales de asma: bloqueo de las vías respiratorias esto pasa cuando los músculos alrededor de las vías respiratorias se tensan y es más difícil que pase aire.
El asma también provoca enrojecimiento e inflamación de los bronquios en los pulmones que los puede dañar, así como irritabilidad de las vías respiratorias. Las personas con asma tienen vías respiratorias sensibles que tienden a reacciones de forma exagerada y estrecharse cuando entran en contacto incluso con desencadenantes leves.
Los desencadenantes comunes del asma son: infecciones como sinusitis, resfriados y gripe, alérgenos como el polen, el moho, la caspa de las mascotas y los ácaros del polvo, irritantes como olores fuertes de perfumes o soluciones de limpieza, la contaminación del aire, ejercicio y humo de tabaco, entre otros.
No todas las personas con asma tienen los mismos síntomas. Algunas personas con asma pueden pasar largos periodos sin presentar ningún síntoma. Otros pueden tener problemas todos los días, o durante el ejercicio o con infecciones virales como resfriados. El asma es una enfermedad grave que afecta a unos 25 millones de estadounidenses y provoca que casi dos millones de personas acudan a emergencias.
Muchos tratamientos para el asma pueden aliviar sus síntomas, como: corticosteroides inhalados, modificadores de leucotrienos, beta-agonistas de acción prolongada, inhalador combinado, teofilina, beta-agonistas de acción corta, anticolinérgicos y corticosteroides orales e intravenosos. Los ataques de asma leves son generalmente más comunes.